Nada que nos (se)pare

Podemos subir a la Luna
cualquier noche de verano
sin más ayuda que la de nuestras manos.

Podemos caer en un bucle infinito
de sonrisas cómplices
y sueños que aún están por descubrir.

Podemos perdernos por Madrid,
crear calles que nunca han sido pisadas,
ser guías de nuestro propio destino.

Podemos arrancarle la sonrisa
a cualquier Lunes por la mañana
y minimizar la magia de los Sábados.

Podemos reírnos de la vida,
partirnos la cara con el karma,
vivir cada instante como si fuera el último.

Podemos salir a comernos la noche,
bailar hasta perder el sentido
y encontrarlo en nuestra mirada.

Podemos, porque juntos podemos con todo.
Podemos, porque juntos no hay nada que nos pare.

Pasado

Terminó como todos los finales,
con tres puntos suspensivos
a los que borramos dos.

Porque es lo mejor, me dije.
Porque no estamos bien, te decías.

Y fuimos caminando entre amores de un rato,
nos perdimos en otras bocas y otros cuerpos.

Viví historias de amor como las de los cuentos,
con príncipes con rosas 
que siempre se convierten en sapos.

Reí, viajé y soñé con otras personas
y ya no me acordaba de ti.
Casi nunca.

Un casi nunca 
que se transformó en algunas veces.

Te cuelas en mis sueños a tu antojo,
vuelve a mi tu recuerdo,
recuerdos de nuestros días juntos.

Y es que cuando creo que ya te he olvidado
vuelves una vez más
con más fuerza que nunca.

Destino

Cuando llego ya te has ido,
si te espero no vuelves nunca.
Si me voy, apareces 
de repente.

Y siempre así,
dando vueltas como una noria,
te sigo y me sigues, 
a destiempo.

Y nunca nos encontramos.

Y así, como un juego,
damos vueltas en el mismo árbol
sin vernos
ni saber que estamos allí.

Para ser tan puntual
la verdad es que no me explico
cómo siempre llego tarde
a la cita con tu destino.