miércoles, 11 de junio de 2014

Sin frenos

Me lancé sobre la gruta de su sonrisa 
por la misma razón por la que se hacen
las mayores locuras por amor:
Porque lo bueno, 
si imprudente,
dos veces bueno.

Llegué por casualidad,
llegó de repente,
como la mayoría de cosas 
que merecen la pena.

Me sumergí en su mirada,
volé sobre cada una de sus palabras,
y no supe o no quise volver a salir,
volver a encontrarme.

Me perdí en un mundo de sueños
y lo único que merecía la pena
era estar allí, 
sentirle cerca.

Entré con los pies descalzos,
la sonrisa puesta,
el corazón en la mano
y la única idea de quedarme.

Aquí dentro hay peligro de derrumbe,
y yo salto.
Siempre fui de ideas suicidas.

Cariño, yo no voy a frenar,
estrellarnos o volar está en tu mano.

2 comentarios:

  1. Hay cosas a las que no se le pueden poner frenos ni anclas y al final sólo hay dos opciones: o estrellarse o despegar.

    Esperamos que la suerte quiera la segunda.

    Salud.

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  2. Como dice Oski hay dos opciones, y las dos pueden ser necesarias.

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